Algunas veces nos da por pensar que el tiempo no pasa, que el hoy es para siempre y que los días suman y restan, pero creedme, no es verdad, la vida pasa y el reloj de arena ya ha dejado caer demasiados copos de nieves.
Es curioso cuando dos amigos se encuentran después de mucho tiempo sin verse, los rasgos de cada uno han cambiado, donde antes había hueso ahora fluye la grasa corporal, donde antes había pelo ahora asoma el desierto de Tabernas, donde antes había ilusión ahora hay obligación, pero en sus cabezas empezaron a fluir recuerdos que los hicieron rejuvenecer 20 años y recordaban con ilusión perdida como se veían entre paredes de textos escolares, en sus trincheras hechas con pupitres teniendo como horizonte una pizarra y como retaguardia un perchero que tocaba cornetas de cargas.
Se acordaban de las miles de batallas que tuvieron que combatir codo con codo, de aquella trifurca en los verdes prados del recreo donde el enemigo les atacó con la munición de unos globos rellenos de agua, o aquella vez, que estando tranquilamente hablando le llegó un compañero y tocándole la espalda le decía “tú la llevas…” y salía corriendo.
Recordaban como el general jefe las fuerzas enemigas, al que llamaban Tutor, les había hecho comparecer más de una vez en el frente de batalla junto a sus padres para una lucha entre palabras y gestos, donde siempre se ponía en duda la limpieza en el cuerpo a cuerpo del comando que nosotros capitaneábamos.
Estos amigos recordaban como tras el toque de queda que informaba de la obligación de formar en el patio, ellos tras la cancela miraba a sus compañeros que quedaban preso mientras ellos, se escapaban al fortín de los juegos, donde en tapetes verdes de futbolines inventaban nuevas escaramuzas para el día siguiente.
Los años pasaban y llegó el día de pelear en frentes distintos, cada uno por su lado, con la esperanza cimentada en años de aprendizajes, y se acordaban de cómo se prometían verse cada poco tiempo, para pasarse información sobre el enemigo.
El tiempo les hizo borrar las promesa, el tiempo les borró hasta la sonrisa, pero el tiempo no pudo quitarles esos breves momentos de reencuentro, en los que por unos minutos volvieron a ser niños, donde la ilusión pudo por una vez con la obligación…