Hay momentos en la vida en los que uno, educadamente se caga en tó los muertos de quien haga falta, y últimamente me está pasado con demasiada asiduidad, vayamos por partes como diría Jack El Destripador.
Después de una larga jornada, bien trabajando o simplemente mirando tiendas y sobre todo dependientas, uno decide hacer una paraita y tomarse un reconstituyente en forma de líquido elemento, generalmente cerveza, y una tapilla con la que engañar el hambre y sobre todo hacer que pase más rápido el tiempo para que cierren todas las tiendas. Uno se pide su cerveza y mira gustoso la pizarra con el listado de tapas escrito con una caligrafía que ni los más expertos egiptólogos podrían descifrar, después de repasarla varias veces como cuando uno se buscaba mirando las notas en la facultad viéndose una y otra vez suspendido pero intentando que al mirar de nuevo su nombre apareciera al lado de una alucinante cinco.
Con la cabeza echa un lío, uno no sabe que elegir, si la pavía, si el montaito de pringá, si el bacalao con tomate...., y poco a poco se acerca el camarero y de tu decisión depende que tus jugos gástricos te liberen de sus ruidos.
- ¿De tapa que les ponemos?
- uuuummmmm...... ehhhhhhhh....... buenoooooo..... una pavía
- No me queda pavía
- (Me cago en los muertos.... y que coño pido....) pues me pone un pinchito
- Se nos han terminado, tenemos sangre encebollada
- (Eso que se lo coma tu hermana ), que va, mira me pone carrillada
- Pues muy bien
Joder quillo, esto es más difícil que entrarle a una chavala, que mal rato y seguro que el camarero se descojona de la gente y es capaz de traer a la mesa de al lado una ración de pinchito.
Bueno, tras varios minutos, aparece el camarero con la tapa de carrillada, en un cuenco de barro y con un aspecto más que saludable, mi intestino hace la ola al verlo llegar, y mi mano se lanza hacia el tenedor, para llevarse el primer trozo de carne a la boca chorreante por la salsa, mi lengua sale al encuentro de la carrillada, mis labios se separan para facilitar la entrada y mi experta mano (sobre todo en otros menesteres) introduce el artilugio metálico en mis fauces uuuummmmm.............. ¡¡¡¡¡ AAAAAAAAHHHHHHHH !!!!!! !!!Me cago en la P. M. del microondas!!! se me ha derretido el paladar y hablo que peor que la Duquesa de Alba diciendo un trabalengua , a soplar fffffúúúúúúúúu ffffúúúúúúúú´ ffffúúúúúúú
Los trozos de carne van cayendo poco a poco, tras incarme varias cervezas para calmar la irritación producida por la calidez de la carne.
Termino la tapa, y sobre el cuenco de barro, queda una salsita de aspecto más que deseable, con restos de carne, de zanahorias y algún guisante, dirijo mi mano hacia el cesto de mimbre donde venía el tenedor, introduzco mi mano para que escojan un trozo de pan blanco para realizar unos barquitos que no se los salta un galgo, meto la mano más profundamente en el cestillo, mis dedos palpan todos los rincones, y solo encuentro un puñado de picos de pan. Tengamos la fiesta en paz, ¡que carajo de barquito puedo hacer con los picos!, ¡podré hacer submarinos, pero de barquitos nada, que el pico no empapucha!
Y allí me quedo yo, mirando la salsita y destrozando pico para que empapen algo de salsa, la próxima vez que salga a la calle, me llevo las llaves de la casa, la cartera y un bollo....
Un día de estos nos ponen el montaito de pringá o de chorizo picante entre dos regaña, y con todos mis respetos, de esa forma que se lo coma Mister Potato.
Un abrazo
